29.9.10

Bronca con sonrisa



Sugerencia: primero ver el video, después leer el post.


El video es una compilación de breves spots de un candidato a diputado federal brasileiro por el Estado de Sao Paulo. Es un payaso de sobrenombre “Tiririca” que está causando cierto impacto entre los electores y, según sondeos, no tendría problemas en alcanzar su banca legislativa.

Está claro que es una expresión de lo que acá denominamos “voto bronca”, o sea, el hartazgo social hacia ciertos vicios de la política. En Brasil, además, el Congreso Federal sufre un bien merecido descrédito a partir de lo que allí denominan “fisiologismo”, que básicamente es garantizar la gobernabilidad a través del reparto a partidos aliados o de oposición de cargos y contratos en el gigantesco estado brasileiro.

Anclado en ese desprestigio de la política, un minúsculo partido paulista lo aprovecha con un eficiente marketing y promueve un payaso orgulloso de su ignorancia, con jingle pegadizo y sin sutilezas. Alguien podría compararlo con la campaña de Guillermo Cherasny y su “meter bala al narco y al motochorro”, pero deberíamos homologarlo más al voto bronca del 2001 con el voto a Homero Simpson o a una rodaja de salame. Lo de Cherasny fue un posicionamiento alternativo pero no dejaba de tener contenido político en su discurso. Las otras eran expresiones tan concretas como superficiales de protesta política.

Un mismo problema, dos formas de expresarlos. Una buena muestra de las diferencias culturales entre Argentina y Brasil.

27.9.10

¿Sirve de algo lo que uno hace?


Muchas veces, una persona puede sentirse abrumado por las lógicas que prevalecen en su entorno. No se está de acuerdo con ciertas actitudes o decisiones pero al ser mayoritarias u otorgar cierto beneficio en el corto plazo, se deponen valores o lógicas propias y se ajustan las propias acciones a ese sentir mayoritario.

En nuestra vida política suelen vivirse situaciones como estas. Una enorme cantidad de individuos, motivados por distintas razones, deciden un mismo curso de acción por más irracional o incorrecta que pueda aparecer y naturalizan esa forma de actuar.

Está en cada individuo reproducir esa lógica o, como una botella en medio del océano, flotar en la inmensidad esperando llegar a algún lado.

Esa resistencia pasiva a lógicas que se perciben como mayoritarias tiene consecuencias. Por un lado, sirve de ejemplo para muchos que, sin sentirlo, siguen a la mayoría por una cuestión de supervivencia social. Por otra parte, desde el aporte individual se balancea, aunque sea mínimamente, parte de esa lógica mayoritaria que no compartimos.

Y tal vez la consecuencia más importante sea la de que cada individuo participe en la vida pública en sintonía con sus valores y deseos.

La foto es real y es un enorme ejemplo de decisión (es un grupo de trabajadores saludando a Adolf Hitler en pleno apogeo del nazismo). Muchos podrán decir que de poco sirvió. Visto desde una historia “objetiva”, es cierto. Visto desde la historia de ese individuo, no es para nada cierto. Ese hombre pudo morir seguro de que había dado lo mejor de sí.

16.9.10

¿Qué onda Scioli?

Daniel Scioli es un caso atípico en la política argentina. Nacido bajo el amparo de Carlos Menem, promovido a las grandes ligas por Eduardo Duhalde y adoptado como aliado incondicional por Néstor Kirchner, es uno de los dirigentes con mejor imagen en el país. No genera rencores sino afectos, tanto a nivel social como personal. Es difícil en el mundo de la política encontrar a alguien que hable mal de Scioli en términos humanos. Un rara avis.

Una probable explicación a no ser percibido como desleal sea que su crecimiento nunca fue percibido como consecuencia de un trepador sin límites sino de un dirigente buscado por su buena imagen, primero como deportista, luego como humano sobrepuesto al dolor y finalmente como dirigente. Siempre supo lucir más del lado del abusado que del abusador.

En estos días se habla mucho de él y se plantean distintos escenarios teniéndolo como jugador clave en todos ellos. Muchos analistas creen que puede ser candidato presidencial y ganador por el oficialismo o por el peronismo disidente, o puede ser candidato a gobernador y reelegir en la Provincia de Buenos Aires con un Kirchner de candidato presidencial o un peronista o hasta el mismo Mauricio Macri si encabeza una fórmula Pro-Peronismo federal.

¿Simples especulaciones o hay algo real?

Si en mayo del 2011 los Kirchner confirman que ninguno de ellos puede ganar una segunda vuelta, Scioli sería el único plan B que podría garantizarles un triunfo y mantener ciertos espacios de poder. Algunos suponen que los K podrían optar por perder y apostar a ser la oposición de un gobierno radical pero el peronismo no los acompañaría en esa gesta.

Si en mayo del 2011 el escenario presenta chances reales para un triunfo K, Scioli sería la mejor carta para reforzar las posibilidades en el mayor distrito electoral del país. Y como en Buenos Aires no hay segunda vuelta, una primera vuelta exitosa garantizaría su reelección.

Y si durante el trayecto hasta mayo/julio de 2011 los Kirchner no revierten su desgaste con segmentos mayoritarios de la población pero insistan en ser candidatos, tal vez la fuerza de las circunstancias impulsen una candidatura presidencial de Scioli como solución de consenso entre sectores “oficialistas” (intendentes del conurbano, legisladores en todos los niveles, gobernadores, sindicatos, cámaras empresarias) y el peronismo disidente.

Mientras tanto, él sigue su juego de silencios, gestos y moderación. Luciendo como un vecino normal, con buenas intenciones, sentido común y un ego bien controlado. Desplantes como el que realizó Néstor Kirchner la semana pasada contribuyen con esa imagen y por ahora le generan más beneficios que costos.

Mal no le fue con ese posicionamiento. Tal vez sólo deba abandonarlo cuando quiera ser él el numero uno. O ni siquiera así.

Lo dicho, un rara avis.

13.9.10

Palabras devaluadas

En las marchas políticas hay un canto que se puso de moda hace unos años y tiene cada vez más prédica. Al que se quiere agraviar se le grita que es “Basura, vos sos la dictadura”.

Y los que cantan parecen sentirse realizados, enrostrando en su personaje denostado una acusación difusa que lo vincula con las peores prácticas de la política: autoritarismo, represión ilegal, inmoralidad, desapego a todo tipo de ley y abusos en todas las variantes.

Resulta llamativo que quienes cantan esto muchas veces son personas que han sufrido en primera persona las prácticas de dictaduras cruentas que, por suerte, prácticamente nadie del espectro político actual defiende o pensaría en llevar adelante.

¿Por qué en vez de recordar con precisión el pasado lo utilizan con fines partidarios? ¿Realmente creen que sus adversarios expresan los valores de una dictadura? ¿No están banalizando demasiado la terrorífica herencia de la última dictadura militar? ¿Los intereses partidarios pueden ponerse por encima de un valor que deberíamos compartir todos los argentinos? ¿Se puede comparar a dirigentes surgidos de la democracia y la ley con aquellos militares? ¿No es tan injusto acusa de dictadura a unos como llamar montoneros a otros? ¿Cuál es el límite de la descalificación en el debate público? ¿Sirven estas acusaciones para reforzar nuestra cultura política? ¿No sería bueno preservar estas acusaciones por si alguna vez realmente hagan falta?

Preguntas nomás.

Tal vez haya que mandar a la basura algunas prácticas discursivas.

3.9.10

Tomados por las limitaciones

¿Está bien tomar las escuelas?

Esta pregunta tiene sentido responderla como consecuencia de otras preguntas anteriores. Una de ellas sería, ¿cómo hacer para llamar la atención de la sociedad y los funcionarios políticos respecto al estado edilicio de algunas escuelas?

No es objeto de este post analizar las causas de los problemas de infraestructura. Repasando brevemente podemos suponer que hay una mezcla de desidias presentes y pasadas, falta de recursos, demandas crecientes (hace algunos años, ni los colegios privados más caros tenían calefacción, por ejemplo), falta de prioridad y hasta problemas de comunicación.

De todos modos, analizando la situación actual de conflicto podríamos cargar responsabilidades sobre la sociedad y los medios de comunicación. Al igual que con la existencia de los piquetes, estas tomas de colegio tienen como motivación principal llamar la atención de los medios de comunicación y, por lo tanto, del resto de la sociedad. ¿Por qué llegar hasta este punto? ¿No podrían actuar los medios de comunicación antes de tomas de posturas que violenten derechos de terceros? ¿Los medios no cubren conflictos de baja intensidad porque a la sociedad no les interesaría? ¿Sólo reaccionamos ante conflictos límites?

Y una pregunta más osada aún, ¿estaría mal pensar que los medios se pusiesen de acuerdo y no diesen más aire a protestas que cercenen derechos de terceros para, de este modo, desestimular esa práctica?

De todos modos, una sociedad civil más alerta, más comprometida y con mayor nivel de exigencia hacia las clases dirigentes probablemente evitarían muchas veces llegar a estas recurrentes situaciones de ilegalidad. No harían falta.

Dicho esto, queda pendiente la respuesta a la legitimidad o no de este tipo de protestas.

¿Sirven para llamar la atención? Evidentemente sí.

¿Sirven para construir una sociedad más madura? Por más que lo quieran pintar de compromiso político por parte de los jóvenes y sus familias, no, no se construye una sociedad más adulta con la toma de colegios o con los cortes ilegales de calle.

¿Es legítimo tomar las escuelas? Puede ser que lo sea, pero, ante todo, es una respuesta muy pobre frente a políticas públicas ineficaces.

¿Existirían otros modos de hacer visibles los problemas? Como sociedad parece que fuimos perdiendo la vitalidad y creatividad para el cambio. Hoy sólo sabemos protestar, de mal humor, sin sonrisas, sin energía liberadora. Como si el pesimismo del tango nos contagiase en nuestro vínculo con el espacio público y con la vida ciudadana.

Tuvimos años de plomo y de prohibiciones de libertades individuales básicas que justificaban una mirada seria y algo tosca de la protesta. Ahora, en cambio, hace años que lo que básicamente sufrimos son dirigencias políticas ineficientes o corruptas cuya reproducción depende básicamente de la cultura política de sus ciudadanos y las decisiones que tomamos día a día y en las elecciones.

Ponerle más sonrisa, creatividad y amor a las exigencias políticas seguramente harían del nuestro un país más maduro, vivible y realizado.

1.9.10

¿Lo digo o no lo digo?

Dilma Rousseff, candidata a presidenta en Brasil por el partido de Lula, comenzó recientemente su campaña electoral por televisión.

En una de sus piezas audiovisuales (que se puede ver al final del post) hace mención, entre otras cosas de su pasado, a su participación en la lucha armada contra la dictadura. A comienzos de la campaña este dato resultaba incómodo para presentarse frente a las clases medias urbanas, más conservadoras y dubitativas respecto a un personaje no tan conocido y de perfil áspero como Dilma.

¿Conviene hablar de los puntos oscuros del pasado de un candidato?

Sí, conviene.

¿Por qué?

Porque la oposición seguro va a hacerlo. Todo aquello que tenga potencial para perjudicar a un rival, lo harán, ejerciendo un derecho de las elecciones libres y competitivas que tiene por finalidad, justamente, que el electorado esté lo más y mejor informado posible de cada uno de los candidatos. Frente a este dato de la realidad, una campaña tiene que empeñarse en presentar los hechos de un modo favorable más que en ocultarlo.

Cómo presentar hechos controversiales en un modo que afecte positivamente, o al menos neutralice, a los segmentos simpáticos a un candidato, es parte del denominado arte de la comunicación política.

De todos modos, hay algunos principios básicos.

Primero, humanizar al candidato frente a ese problema del pasado. Segundo, generar un relato creíble. Tercero, no falsear datos. Cuarto, si es necesario, pedir las disculpas del caso. Y quinto, seguir adelante, no quedarse dando vueltas al mismo tema.