Cecilia Pando, defensora mediática de la última dictadura militar y apóloga de delitos de lesa humanidad, se encadenó en el Edificio Libertador para denunciar el maltrato a procesados y condenados por la represión ilegal.
Resulta incómodo ver a alguien que defiende y justifica atropellos a la dignidad humana, tales como la desaparición de personas y el robo de bebes, pedir un trato humanitario a los antiguos represores. Es incómodo porque piden justicia para quienes fueron injustos. Y encima lo pide una persona con un alma muy empobrecida y sin vergüenza en defender una de las página más oprobiosas, sino la más, de nuestra historia.
Pero, en este pedido, tiene razón. Ningún procesado ni condenado merece abusos en sus centros de detención. Eso también es un derecho humano. Nuestro sistema penal castiga con la privación de la libertad y de una vida plena junto a sus seres queridos. Esa es la pena, no vivir en las condiciones infrahumanas en las que subsisten la mayoría de los presos en Argentina.
Resulta interesante descubrir, una vez más, en el tratamiento a esta información cómo hay muchos que piden por los derechos humanos sólo como una forma más de prolongar una lucha partidaria e ideológica y no por un sentimiento profundo de humanidad hacia el prójimo.
Estemos atentos así conocemos más a muchos de los que la van de autoridades morales.