El gobierno porteño comenzó una campaña para que los vecinos se sumen al control de mal estacionamiento en las calles de Buenos Aires. Tienen que sacar una foto y enviarla por mail con los datos del denunciante. De este modo, se multiplican exponencialmente los “inspectores” para controlar algo tan habitual y perjudicial para el tránsito y la ciudadanía como el mal estacionamiento.
Los críticos de la medida se basan fundamentalmente en dos aspectos. Por un lado, en que este tipo de propuestas debilitan los lazos sociales entre vecinos. El otro aspecto, es que este tipo de medidas podrían terminar siendo utilizadas principalmente como medio de extorsión o venganza entre ciudadanos.
La primera crítica es fácilmente rebatible. Es el mal estacionamiento (en rampas, en doble fila, en puertas de estacionamiento) la primera instancia de debilitamiento de la cooperación en una sociedad, con lo cual el foco debería estar puesto en la falta, no en el medio del castigo. La segunda, es bastante más atendible y nos lleva a un dilema habitual, ¿cómo controlar a los controladores? No existe mejor mecanismo que simplemente ejercer controles exhaustivos y espontáneos y el gobierno porteño debería no sólo realizarlos sino también publicitarlos a modo de advertencia.
Está bueno que cada ciudadano se comprometa con lo que sucede en el espacio público y tenga herramientas para estimular un uso cooperativo y respetuoso de los espacios compartidos.
Y también está bueno empezar a desterrar ese nocivo lugar común de acusar de “buchón” a quien se anime a indicar responsabilidades. Una cosa es quien saca ventajas individuales de poseer información privada, otra cosa es quien levanta la voz frente a la injusticia del anonimato.
Un país donde todos nos hagamos cargo de nuestras acciones, no tiene cómo no ser mejor país.