1.6.10

¿Y qué se hace?


El gobierno turco se enojó con el gobierno de Macri porque le negaron la posibilidad de colocar un busto de Mustafá Kemal Ataturk, el líder histórico de la Turquía moderna y responsable, según la comunidad armenia, del genocidio de cientos de miles de armenios (terrible foto que ilustra el post).

El terreno de las relaciones internacionales siempre es muy áspero cuando de ideología y valores se trata. No es fácil tener una conducta plural y democrática puertas adentro y al mismo tiempo tener la suficiente dosis de pragmatismo que la diplomacia exige. Lula es un buen ejemplo de líder plural en Brasil pero con una terrible practicidad puertas afuera, que lo lleva a abrazarse con dictadores de toda especie con tal de solidificar el liderazgo político internacional de su país y estrechar vínculos comerciales con el mundo. Este pragmatismo, que recuerda a líderes norteamericanos, sobre todo durante la guerra fría, quita autoridad moral para otros debates. Y así, el mundo se sigue alejando de una multipolaridad democrática…

¿Y qué puede decir un ambidiestro sobre esta polémica?

Complicado.

No está bueno que nuestras calles homenajeen aparentes genocidas. Tampoco está bueno pelearte con el mundo por diferencias eminentemente simbólicas. Menos bueno todavía es perder oportunidades de desarrollo económico y despliegue geopolítico por peleas de un pasado en el que Argentina no tuvo siquiera participación.

Qué complicado…

Lo más importante, sobre todo para el espacio del PRO, probablemente sea aprender de estos errores, típicos de espacios políticos jóvenes, ignorantes de siglos en el arte de las relaciones internacionales. Se podían realizar cientos de homenajes a Turquía y los turcos sin ofender a los armenios.

Sí, qué complicado sentar postura ambidiestra.

El liderazgo político más probable de Argentina con la región y el mundo, seguramente sea mostrar un ejemplo de convivencia armoniosa, de pluralidad, desarrollo individual y una redemocratización medianamente exitosa (sobre todo por la capacidad de enjuiciar a las últimas juntas militares). En ese sentido, ser coherentes con nuestro mensaje más legítimo, es básico.

Más sencillo es plantearse qué amigos tener y, en ese sentido, hay que ser claro y aliarse con democracias o países en procesos inminentes de democratización. Esas relaciones sirven, duran y allí Argentina tiene valor para ser un buen amigo. Lo complicado en este caso turco es que estamos hablando del pasado y ahí sí uno tiene que ser, además de coherente y democrático, inteligente.

La diplomacia exige ambidiestros honestos, democráticos e inteligentes. Y sus respuestas no siempre son unívocas o sencillas; la complejidad de la interrelación de historias e intereses particulares se imponen.