26.5.10
Reflexiones sobre el discurso bicentenario de CFK
Cristina hizo un interesante discurso el 25 por la tarde.
Acierta CFK cuando habla de las cosas que faltaban en el 1910 y ahora no. Mayor participación ciudadana en la política, derechos sociales, el concepto de derechos humanos. Es bueno poder mirar hacia atrás y decir que sí, que ahora, más allá de todo, estamos mejor, fuimos evolucionando. Lo mismo podrán haber dicho en 1910 respecto al original 1810, una sociedad que aceptaba la esclavitud, se desangraba en peleas internas, no tenía establecidas sus fronteras ni tenía más modelo económico que el del contrabando. En ese sentido, es una muy buena dosis de esperanza comprobar que el país continuó evolucionando hacia un lugar más deseado por la mayoría de los argentinos.
Se equivoca CFK al opinar sobre 1910 con conceptos actuales. Es cierto, la desigualdad era exponencial y no parecían haber demasiadas preocupaciones sobre eso. También es cierto que las elecciones eran fraudulentas y que se estaba en un estado de sitio, producto de incapacidad de procesar demandas legítimas por parte de los trabajadores. Pero también es cierto que esos debates recién se instalaban a nivel mundial y que los reclamos sindicales se extendían a todos los países del mundo. Y el voto secreto, universal y obligatorio era una deuda pero por entonces regía en muy pocos países.
O sea, en muchas cosas estamos mejor que en 1910, no caben dudas. Igual, sería interesante pensar qué se esconde tras esa mirada melancólica que muchos tienen al evocar el primer centenario y contra la que se revelaba CFK anoche. ¿Es una mirada elitista de algunos sectores sociales? ¿Es porque añoran el voto calificado, la desigualdad social o la falta de un modelo más complejo de integración a la economía mundial? Hmmmmm. Parecería demasiado infantil (o conspirativo, que no es lo mismo pero se le parece).
Más probablemente la melancolía surge por la percepción de que aquel era un país pujante, optimista, con mucho por hacer, con muchas tareas pendientes pero con toda la voluntad tanto en segmentos bajos como altos, de luchar por un mejor futuro. El mundo y el futuro parecían ser vistos como una oportunidad. Hoy, presa de temores, fracasos, rencores, egoísmos e incapacidades, la dirigencia política parece no tener una agenda de futuro. Y eso sí que podemos permitirnos añorar. Por más que sea una mirada que carezca de rigurosidad histórica, como mensaje es válido. Válido y necesario.
Hay que aprender del pasado sí. Pero sobre todo hay que inspirarse en él, con lo bueno y con lo malo. El pasado no puede servirnos nada más que para masajear nuestro ego sino, fundamentalmente, para impulsarnos a ser mejores, a ser más felices. En el presente y en el futuro.