Finalmente se aprobó la ley de matrimonio gay. Después de mucha polémica, muchos discursos encendidos, prejuicios y exabruptos se impuso el criterio de igualdad ante la ley.
Elisa Carrió puso el foco donde debía haberse puesto desde el comienzo. La solución más ecuánime y menos confrontativa hubiese sido desterrar del Código Civil y de todas las normas que rigen a un Estado laico la referencia a “matrimonio”, palabra de origen religioso. Así, el matrimonio hubiese conservado un carácter únicamente religioso y su administración hubiese quedado acotada a las autoridades de cada culto. La tarea de la dirigencia política y social debió haber sido encontrar un nombre que rigiese las uniones afectivas de parejas de todo tipo, dotándola de los mismos derechos y responsabilidades sin distinciones.
Sin embargo, el valor simbólico de la palabra matrimonio fue puesto en juego y ambas posiciones forzaron esa lucha. Unos, intentando apropiarse de ella. Otros, intentando reivindicarse profundamente a través de ella. Y en muchas ocasiones las imprecisiones e injusticias fueron cometidas por unos y otros, intentando desacreditar a los emisores más que a sus posturas.
Las fuerzas más conservadoras de toda sociedad tienen su razón de ser y cumplen un rol importante: demorar los cambios hasta que estén maduros socialmente. De esta manera, contribuyen en la supervivencia de un sistema, con sus ventajas y desventajas, ganadores y perdedores (igual es curioso que los sectores más populares suelen ser conservadores; sienten que los cambios generan promesas pero también riesgos altos).
A su vez, las fuerzas más progresistas, a lo largo de toda la historia, son las que hicieron avanzar a la humanidad hacia formas de convivencia más armoniosas, igualitarias y enriquecedoras.
En una nueva danza conjunta, representantes de posiciones conservadoras y progresistas nos dieron un debate real que ayudó a hacernos reflexionar sobre el valor de lo distinto, la igualdad y la familia. Cada uno sacó sus conclusiones pero pudo complejizar sus posturas y eso es muy positivo.
Para aquellos que vivimos de cerca la alegría de muchos gays por la reivindicación de sus derechos a vivir y disfrutar la vida con las mismas posibilidades y limitaciones que cualquier ciudadano, no podemos dejar de celebrar esta nueva ley.
Felicitaciones a todos los que luchan por sus derechos. Bien ganados se lo tienen.