13.4.10

El mundial en las escuelas


Se está hablando mucho sobre si está bien que se vean los partidos de la Copa del Mundo en las escuelas, durante el horario de clases.

¿Tiene sentido esta polémica?

Por ahí algún dirigente comentó que no había que desconocer lo que pasaría, nos guste o no. O sea, algo así como “miremos los partidos porque no podemos tapar el sol con las manos”. No parece la mejor lógica; demasiado conformista y reactiva respecto a lo que el sistema educativo debería ser.

También aparecieron periodistas diciendo que no era bueno, que era una actitud demagoga con los alumnos, que el colegio debería ser un templo del saber y no un espacio permeable a sucesos superficiales como un evento deportivo.

La pregunta anterior sobre si tiene sentido la polémica es porque, al menos para este ambidiestro, hay dos cosas tan claras:

Primero, la escuela, en todos sus niveles, no puede estar divorciada del universo de los alumnos. La Copa del Mundo es un evento especial que paraliza a un país, no sólo a los estudiantes sino a sus padres, vecinos, abuelos, autoridades educativas, amigos, maestros, profesores, etc. El sentido último de la escuela es socializar, hacer personas sanas a los alumnos, enseñarles a vivir en sociedad, reproduciendo valores compartidos. Apartarlos del impacto social de un mundial no parece ir en ese camino. Sería parecido, por ejemplo, a no comentar en clase un proceso electoral o la muerte de un ex presidente.

Segundo, el fútbol y el Mundial pueden ser disparadores fantásticos para ejercer el pensamiento crítico con los alumnos y nutrirlos de contenidos. Se puede aprender algo de otros países y culturas, evaluar conductas humanas, analizar comportamientos de los medios de comunicación o la dirigencia política y aprender el impacto social del fútbol en tantísimas actividades y dimensiones humanas. En todo caso, sería mejor que las autoridades se preocupasen en cómo beneficiarse de esta situación, capacitando a los docentes para ello, en vez de ceder al instinto de la prohibición y la comodidad.

Nos guste o no, el Mundial y su impacto social es un dato de la realidad.

Por eso, ver los partidos y llevar el mundial a las aulas sería aprovechar una gran oportunidad para unir las fantasías y deseos de los alumnos con su formación.

Además, pobres maestros, ¡déjenlos ver los partidos!