Cuando se es acusado, básicamente hay tres opciones como respuesta. Callarse, contraatacar o defenderse.
Callar. Se busca así restarle importancia al hecho ignorándolo e/o intentando establecer otro tema de agenda. La imagen clásica de esta opción es la de cuando al acusado le preguntan por la causa judicial y responde hablando de propuestas o logros de gobierno. En este caso no parece muy viable esta opción, dado que la citación judicial ya es tapa de los principales medios gráficos y tema obligado en radios y televisión. Macri podría callar pero ya todos están opinando sobre esto y, en esos casos, es mejor que también circule la versión propia.
Contraatacar. La lógica que subyace a esta posibilidad es que si se logra afectar la credibilidad del que acusa, por carácter transitivo se afectarán todas sus acusaciones. En este caso, si la opinión pública y los líderes de opinión entienden que Oyarbide está motivado más por cuestiones políticas que jurídicas, la acusación a Macri no resultará creíble. Esta respuesta es la más clásica en el mundo político y suele derivar en la victimización como eficaz táctica. Esta opción es la que el momento eligieron Macri y su gabinete; acusar al juez de la causa de politizar la justicia y al gobierno de persecución política. Es cierto que en el actual contexto luce verosímil, pero tiene el riesgo de depender de cómo reaccionan otros espacios opositores, si debilitando o reforzando la teoría conspirativa. Por ahora demasiado silencio, parece que los otros opositores no tendrían muchos incentivos para defender a Macri…
Defenderse. Defenderse y nada más. Para entrar en este terreno hay que tener cierta garantía de no estar seriamente comprometido en la causa y de que la Justicia en alguna de sus instancias fallará en modo correcto. Con garantías mínimas, Macri podría dar un salto de calidad y afirmar su condición de nuevo líder, presentándose y sometiéndose a la Justicia, a la luz del día y con la cabeza erguida. Es una apuesta de riesgo pero tiene margen para hacerlo. Y si es bien percibido, le sumaría mucho lucir tranquilo, con paz de consciencia, respetuoso de las instituciones y asumiendo la condición de ciudadano sin privilegios.
Estaría bueno que los líderes del futuro opten por el tercer camino. Que enfrenten los problemas ni mansos ni doblegados sino orgullosos y optimistas en la Justicia. Porque si no confían los líderes políticos en las instituciones, ¿quién puede confiar?
Y para no aburrirse con estos temas judiciales, los dejo con una de espías más divertida, con juicio y todo. Es largo; es un capítulo entero, uno de los más famosos.