Carlos Fayt, ministro de la Corte Suprema, calificó de “tonterías” a las acusaciones de Cristina Kirchner a la Justicia. Si bien no es una descalificación tan grave, no es digna de un Juez y menos dirigida a quien encabeza otro poder del estado.
El cuidado de las formas y el lenguaje es parte inexorable del buen juego democrático, porque al no imponerse posiciones por las armas, la arena política se nutre de palabras y gestos. No hay otra. Entonces, las palabras que utilicemos deben ser reflexionadas y estar en sintonía con un valor central de la democracia como es el respeto entre semejantes.
Y si alguna de las partes patina en forma recurrente, no es excusa suficiente para que el resto también lo haga. Es más, es ahí cuando el sistema exige que los que observan el error ajeno, a través de las palabras propias expongan esa equivocación, reforzando así el control social.
Sería grave que después de ocho años de un gobierno con discurso confrontativo, la sociedad no aprenda y el vicio de la descalificación se incorpore como hábito a nuestra cultura política. Descubrir lo que no hace bien es bueno para no hacerlo, no para hacérselo a quien no nos gusta. Si no aprovechamos hoy lo que aprendimos ayer, se nos olvida y estamos condenados a repetirlo más adelante, a favor y en contra nuestra. No hay otra, estamos todos en el mismo barco…