3.3.10

Sobre el ejército en las calles chilenas



El ejército chileno salió a las calles a intentar establecer el orden existente antes del sismo. Y las críticas aparecieron.

En algún punto tienen sentido las preocupaciones sobre la presencia militar en las calles. En nuestro país hermano, el proceso de democratización fue distinto al de Argentina, pues allí el gobierno militar tuvo la capacidad de negociar condiciones en la apertura política. Una de las principales consecuencias de esto fue la permanencia de sectores pro militares en el sistema político chileno. Hoy, esos sectores, si bien minoritarios, forman parte del espacio político del presidente electo, Sebastián Piñera.

También cobran sentido las preocupaciones cuando se recuerdan décadas pasadas en nuestra región donde el ejército tomaba el poder con la excusa de ordenar y pacificar al país, y luego quedarse estableciendo políticas cruentas y autoritarias, además de elitistas en muchos casos.

La próxima semana Piñera asume, toma el comando del país y de las Fuerzas Armadas, con lo cual se tornan comprensibles ciertos temores, por más que el nuevo presidente no haya sido nunca un pro pinochetista. No hay que olvidar que la dictadura chilena fue similar a la argentina en la falta de respeto a derechos humanos elementales.

Sin embargo, esta herencia no debería paralizar ni a Bachelet ni a Piñera en algo tan básico como el establecimiento de cierto orden. A diferencia del pasado, esta vez se trata de gobiernos democráticos haciendo uso de las Fuerzas Armadas. Ciudadanos armados enfrentando a otros ciudadanos armados no es un escenario admisible. Frente a una catástrofe como la del país hermano, el orden es el mejor contexto para ayudar a las víctimas. Saqueos de comercios y viviendas puede terminar en una guerra fraticida. Hoy las crónicas registran saqueos en barrios trabajadores y de clase alta por igual por lo que no debería leerse este conflicto en clave marxista. Acá no hay un proletariado pugnando por sus intereses; hay personas necesitadas y dispuestas a abusar de otras personas necesitadas.

El Estado debe hacerse presente y proveer ayuda a todos los damnificados. El Ejército reestableciendo el orden, así como otros Ministerios con ayuda material y psicológica, son parte de ese Estado presente que tantas veces se reclama.

Por supuesto que, recobrada la normalidad, el Ejército deberá volver a los cuarteles y dejar a la sociedad que se reorganice del mejor modo. Pero frente al caos que perjudica a ricos y pobres por igual, un Estado necesita ejercer la fuerza y restablecer el orden previo. ¿El orden previo era capitalista y tendía a aumentar las desigualdades? Puede ser. Pero décadas de sangre y pobreza ya nos enseñaron que si el sistema político o el modelo económico no satisfacen, las elecciones son el mejor instrumento para transformarlos. Chile, Uruguay y Brasil lo demuestran.