16.3.10
Redención nacional
El fútbol más que una metáfora es una muy certera muestra de cómo nos vinculamos socialmente. Nuestros valores, expectativas y límites éticos, la relación con las normas, el respeto al otro, cómo nos percibimos.
Tal vez por eso existen muchas voces bien intencionadas que, reprimiendo la pasión, dicen preferir que la selección argentina no gane la próxima Copa del Mundo. Su argumentación se basa en que Diego Armando Maradona es una expresión de liderazgo decadente que fomenta valores negativos para una sociedad. En este relato, un triunfo mundial sería la coronación de recurrentes vicios vernáculos.
Por la trascendencia social del fútbol en Argentina, que afecta por igual a todas las clases sociales, es evidente que un hecho de gran magnitud como el triunfo en un mundial tendría un efecto anímico y hasta pedagógico contundente. Sin buscar cargar de responsabilidades desmedidas a jugadores y cuerpo técnico, deberían hacerse cargo de lo que el fútbol produce. Es bueno recordarles que los millonarios contratos y todas las facilidades que les otorga el fútbol se basan en esa enorme pasión colectiva por veintidós tipos corriendo atrás de una pelota.
Ese fenómeno con consecuencias sociales en que puede transformarse el fútbol fue uno de los principales motivos de la tristeza que provocó la temprana eliminación del seleccionado de Bielsa en el año 2002. Un país sumergido en una de sus peores crisis, con la sensación de haber tocado fondo y la necesidad de, en cierto modo, refundar los valores sociales, hubiese encontrado en aquella selección un excelente ejemplo. El equipo de Bielsa se basaba en esos valores que tanto contribuyen a cualquier sociedad: mucho trabajo, honestidad intelectual, la idea del grupo por sobre los individuos, el rechazo a los atajos, la inteligencia aplicada, rigurosidad, respeto por el juego, los espectadores y los rivales. Y como una trágica metáfora, todo el buen juego y los logros anteriores y posteriores al mundial fueron masivamente menospreciados y olvidados tras aquella eliminación.
Entonces, ¿qué hacer frente a la selección de Maradona?
Indudablemente, no sería el mejor escenario un triunfo de una selección como consecuencia de los vicios de siempre. Y ni que hablar de triunfos festejados en modo similar al de la clasificación en Montevideo. El revanchismo, los malos modos, la agresión al distinto, el pobre trabajo colectivo y las incoherencias en todos los niveles de conducción, nada de eso es un buen ejemplo para una sociedad que sigue con mucha más atención las vicisitudes de un seleccionado que las de un gobierno.
Sin embargo, hay espacio para la redención.
Casi todos deseamos lo mismo: salir campeón del mundo. Pero no por azar o tomando atajos sino como consecuencia de un aprendizaje. Tal vez el clima especial que se vive antes y durante un mundial provoque un cambio en forma de aprendizaje que nos deposite en el éxito deportivo. La cabeza a veces hace click en un preciso instante. Para ello sólo son necesarias una buena dosis de lucidez y de honestidad con uno mismo. Nadie pide un mea culpa público ni sobreactuaciones. Sólo encontrar la madurez y el equilibrio suficiente para poner los objetivos por delante de las personas, el respeto por sobre la denigración al otro y el diálogo por sobre los exabruptos. No apostar al atajo que puede representar un Messi, sino apostar a que un grupo de profesionales alcance el éxito trabajando en forma honesta y rigurosa con un objetivo común.
Si el cuerpo técnico y los jugadores logran hacer ese click, los argentinos de buena fe estarán alentando y apoyándolos con orgullo. Y ahí la gran metáfora pedagógica para esta Argentina del Bicentenario, sería la existencia de la redención. Si queremos podemos redimirnos de nuestros vicios. Es posible cambiar, es posible mejorar. Es posible tener éxitos sin apelar a atajos. Y como alguna vez el mismo Maradona nos mostró cómo el talento individual argentino se destaca, ahora él también puede mostrarnos otra faceta que en Argentina supimos conocer: que cuando un grupo busca lo mismo y se rompe el alma por ello, el éxito es más probable.
Así en el fútbol como en el resto de la sociedad.
Si estás de acuerdo con este post, hacelo circular. Quién no les dice que llega a los ojos precisos…