4.2.10

Bigotes al cuadrado


Alberto Fernández tiene el derecho de hablar en público y criticar al gobierno. También tiene derecho a construir algo así como un kirchnerismo crítico post-kirchnerista. Y tiene todo el derecho de ser candidato u operador en las sombras. Es un político lúcido y, en honor a la verdad, fue uno de los funcionarios kirchneristas más respetuosos del diálogo con la oposición y otros actores sociales.


Pero una pelea entre los dos Fernández, que durante tantos años fueron socios en la defensa de un modelo económico y de gestión del poder, no es bueno para nuestra cultura política. Si están debatiendo políticas públicas, deberían poder intervenir actores con mayor legitimidad. Si, en cambio, el debate responde a disputas personales, deberían resolverlo en privado o, como mínimo, en voz más baja.

Para una sociedad no es bueno constatar, tan a menudo, la inteligente observación de Alberdi: “los políticos no difieren tanto porque piensan distinto, sino porque quieren lo mismo”.

Y si es para asistir a una discusión absurda, gracias muchachos pero en vez de Fernández y Fernández preferimos a los Hernández y Fernández de Tintín…