Ayer en el senado Menem volvió a demostrar por qué fue uno de los políticos más hábiles en la historia reciente argentina, cuyo ocaso se debió más a su incapacidad de retirarse a tiempo a un segundo plano que a causas políticas (situación recurrente en varios ex presidentes, que parecen no aceptar el paso del tiempo y el surgimiento de nuevos escenarios y necesidades sociales que exigen también nuevos liderazgos).
Como sea, Menem nuevamente está en el centro de la escena y puede utilizar este momento para reconstruir parte de su dañada imagen.
¿Cómo? Manteniendo silencio hasta la próxima sesión. Un silencio tan profundo y ambiguo que obligue a la atención pública, a que los focos y las cámaras se posen sobre él; mientras más expectativa haya sobre su discurso mejor. Meditar un discurso memorable, como un mensaje a la posteridad, y dar su voto.
La política le regaló a un ex presidente aborrecido por gran parte de la sociedad una excelente oportunidad para reivindicarse frente a algunos segmentos y modelar así algo de su imagen futura.