15.2.10

Carnaval y política



El carnaval es la fiesta lúdica por excelencia. A partir de juegos, baile y disfraces, durante siglos las sociedades encontraron un modo de relajar por unos días las segmentaciones sociales y aunarse en una celebración, diluyendo ciertos límites simbólicos. Las religiones, etnias y clases sociales ceden y el ser humano surge con sus instintos más básicos, sobresaliendo ente ellos el del placer.

Como festividad donde se resienten algunos principios del orden social, la política nunca estuvo ajena. Celebrándola como modelo de convulsión social, criticándola como opio del pueblo, controlando las posibles derivaciones, amenazando las veladas críticas, aprovechándola para mostrar cercanía al pueblo, los poderes políticos fueron y son ambivalentes con el carnaval.

En Argentina, excepto las provincias del litoral y las del norte, el carnaval prácticamente no se celebra. Suele imputarse al último gobierno militar como culpable al anular los feriados pero lo cierto es que el carnaval ya se trataba de una celebración muerta. Una pena, porque cuando viajamos y vemos al carnaval vivo, nos gusta, la pasamos bien, nos sentimos a gusto.

Entonces, una pregunta se hace inevitable. Si tantos porteños y argentinos viajan por el país y el mundo para disfrutar del carnaval, ¿por qué no podemos festejar, vivir, el carnaval en todo el país?

Los dejo con un ejemplo de carnaval, samba y política. “Vai passar”, una de las más maravilhosas creaciones del maravilhoso Chico Buarque, se convirtió en los ochenta en el himno de la redemocratización de Brasil. Un refinado samba que parece decirnos que mientras bailamos y celebramos la vida, todo pasa, incluidas las dictaduras, las tristezas y las miserias.