Soplan vientos de cambios en la política argentina, es cierto. Pero no soplan tan fuerte como parece.
Más allá de lo que auguran ciertos medios y dirigentes opositores, movidos más por la esperanza o revancha que por un análisis frío, no habrá cambios profundos en las políticas gubernamentales como mínimo hasta marzo 2011, cuando la cercanía de la elección presidencial trastoque la actual lógica política. En cambio, dónde seguramente sí habrá cambios es en la cultura política.
Son dos los motivos por los cuales no se notarán cambios sustanciales en las políticas instrumentadas por el gobierno. Primero, el actual gobierno nacional no tiende a buscar consensos, con lo cual en el Congreso el diálogo será entre sectores opositores; el oficialismo se automarginará y no será impactado por el debate. En segundo lugar, si bien la oposición parece capaz de construir una mayoría para aprobar algunas leyes, el gobierno nacional está dispuesto a vetar leyes que transformen el corazón de su modelo económico y político, sin temor al costo social, pues atacarlo por autoritario no resulta ya novedoso. Y la lógica del veto se cierra con un dato favorable al gobierno: en caso de ser vetada, una ley debe ser ratificada por los dos tercios del Congreso para entrar en vigencia, numero imposible de conseguir para la oposición. Por lo tanto, veto firmado, veto efectivo.
O sea, el gobierno consigue un equilibrio favorable, ya que si bien no podrá sacar leyes a su antojo, tampoco podrán imponérselas.
El gobierno nacional pretende entonces sostener la iniciativa política basado en tres supuestos auspiciosos.
Primero, contener a través del veto los primeros tres meses de vendaval opositor. ¿Tres meses? Sí, en junio llega el mundial y después las vacaciones de invierno.
Segundo, apostar al paso del tiempo. Pasados esos tres meses de vetos, el gobierno supone que la amalgama opositora, donde conviven proyectos antagónicos, se irá fisurando, sobre todo a partir del segundo semestre, cuando comiencen a acelerarse los tiempos de los distintos proyectos presidenciales.
Tercero, crezca o no la economía, haya más o menos déficit, el gobierno nacional seguirá siendo más poderoso que la mayoría de las provincias, lo cual le permitirá continuar manejando con autoridad las relaciones con las provincias. Claro que todo esto es hasta marzo del 2011. Con la cercanía de las elecciones, no habrá billetera que pueda. En la lógica política, en año electoral votos mata billetera.
Las únicas posibilidades de cambio real aparecen cuando analizamos la cultura política. El dato más importante es que, tras muchos años, en la cámara de diputados y en la de senadores no hay mayoría automática; ni del oficialismo ni de ninguna opción opositora. Y eso obliga al ejercicio más básico de un sistema republicano: el diálogo. Exponer argumentos, convencer al otro. Y hacerlo en ámbitos públicos. ¿Pueden seguir existiendo acuerdos oscuros? Pueden, pero en situaciones de tanta paridad, es difícil sostenerlos.
Con la nueva composición del Congreso el debate público deberá elevarse. Ojalá que más segmentos de la sociedad se entusiasmen con los debates legislativos. Cuantos más ojos estén viendo, mejor para todos. ¿Se acuerdan de la 125? Más allá del resultado, en aquel julio del 2008 después de mucho tiempo se volvió a discutir política con argumentos públicos. Y eso, sin lugar a dudas, construye más ciudadanía en cada uno de nosotros.